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La recolonización europea/americana partió por instalar en los territorios independientes repúblicas coloniales, capitalistas y confesionales, sus agentes fueron los criollos y mestizos autoproclamados republicanos independentistas; nos impusieron y las élites asumieron que fuimos y somos periferia de Europa y de los EEUU. Esa condición colonial y de dependencia también es cultural e ideológica.
La construcción de los Estados en los países de nuestra América tiene sus propias peculiaridades, pero con grandes similitudes, y es la importación del fascismo italiano del nazismo alemán, de la Falange española a nuestra región, e impuesta por los golpes militares impulsados por los EEUU para instalar no solo sistemas de terrorismo de Estado, sino para anular y en lo posible aniquilar a los movimientos de liberación que se fueron construyendo en el seno de las sociedades latinoamericanas.
Consulte: Las derechas periféricas
Nuestra historia en el siglo XIX se caracterizó por tener movimientos independentistas anticoloniales; en el siglo XX, la lucha contra las oligarquías y las dictaduras militares, la lucha de los pueblos, de los campesinos, del proletariado, de sectores urbano-populares; en el siglo XXI contra el neoliberalismo, fueron luchas por derechos principalmente políticos, sociales, culturales, colectivos. Los movimientos indígena-campesinos del anterior y del actual siglo se caracterizaron por luchas anticoloniales, por los derechos de los seres vivos: humanos, animales y de la Madre Tierra, por el reconocimiento de los pueblos como sujetos políticos de derechos.
Nuestras luchas de siglos fueron por la vida, la forma para validar nuestros movimientos era ser Estado, es decir, llegar a ser las autoridades políticas electas democráticamente para que dirijan los gobiernos. Cada uno de los gobiernos progresistas y de izquierda electos en este siglo fueron sujetos de presión externa constante, de golpes civil-militar-parlamentarios e intentos de golpes, derrocamiento y encarcelamiento de presidentes. Los gobiernos que no pudieron ser derrocados fueron sometidos hasta ahora a bloqueos inhumanos a nombre de la libertad y la democracia; el derecho a ejercer la soberanía nacional fue sancionada por las potencias imperiales con la complicidad de las élites políticas, oligárquicas, eclesiales, mediáticas criollas.
Europa dio un giro hacia la extrema derecha, en España Santiago Abascal, líder de Vox; en Francia, Jean-Marie Le Pen del Frente Nacional; Thierry Baudet, líder del partido Foro para la Democracia en Holanda; Viktor Orbán, primer ministro húngaro; el exprimer ministro polaco Jaroslaw Kaczyński; la primera ministra italiana heredera del fascismo de Mussolini, Giorgia Meloni; los herederos del nazismo en Alternativa para Alemania (AfD). En las elecciones parlamentarias europeas a realizarse en junio, la extrema derecha será una de las principales fuerzas, estos liderazgos y partidos son movimientos civiles políticos cada vez más influyentes. Lo común de estos movimientos es que son xenófobos, antimigrantes, racistas, anticomunistas, religiosos, expresan su superioridad por la blanquitud de su piel.
Estos movimientos también tienen su incidencia en nuestra región, los exponentes influyentes son Bolsonaro, que ha instalado el bolsonarismo más como forma de acción y reacción violenta en sectores urbanos con el apoyo de iglesias evangélicas; Milei, el outsider que reivindica la dictadura, niega los más de 30.000 desaparecidos y proclama su admiración a Margaret Thatcher; José Antonio Kast, del Partido Republicano de Chile, que disputó la segunda vuelta presidencial contra Boric, su plataforma es Pinochet; en El Salvador, Nayif Bukele fue reelecto presidente exhibiendo la violación de derechos humanos como plataforma electoral; en Ecuador, Daniel Noboa, el presidente millonario que ingresó militar y violentamente a la embajada mexicana en Quito violando la Convención de Viena; en Perú, Dina Boluarte, la presidenta luego de la represión y asesinato de decenas de peruanos, se mantiene en el poder con el sustento del fujimorismo.
La frecuencia y la forma con que se presentan estos hechos y temas que eran la imagen y recuerdo negativo de un tiempo: fascismo, nazismo, genocidio, desapariciones, racismo, violencia… se están constituyendo en cierta normalidad en esta coyuntura de manera indefinida.
En nuestro país, las derechas fueron absorbidas por la extrema derecha, sus ejes discursivos están en sintonía con los códigos ultraconservadores. La recolonización es una constante, las matrices ideológicas siguen siendo euroamericano-céntricas.
(*) César Navarro Miranda es exministro, escritor con el corazón y la cabeza en la izquierda
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